I Friarielli: el sabor verde y amargo de Nápoles

En Nápoles, basta oler el aroma de los friarielli salteados en una sartén con ajo y aceite de oliva para reconocer el alma de la cocina popular napolitana.
Son el acompañamiento humilde y sabroso que une generaciones, el verde que aparece en las mesas de invierno, sencillo pero imprescindible.
Hablar de friarielli es hablar de raíces, barrio y tradición.


¿Qué son los friarielli?

Los friarielli (pronunciado “fria-rrí-ehlli”) son las inflorescencias tiernas de las cime di rapa, es decir, los brotes jóvenes de la planta del nabo (Brassica rapa).
Se parecen al brócoli, pero son más delgados y tienen un sabor intenso, ligeramente amargo y picante, muy apreciado en la Campania.

Aunque existen versiones similares en otras regiones italianas —como las cime di rapa en Puglia o los broccoletti en Roma—, los friarielli napoletani son únicos por su aroma fuerte y su preparación sencilla, siempre salteados con ajo, aceite y guindilla.


El friariello es el ejemplo perfecto de cómo la cocina napolitana sabe transformar lo humilde en arte.
Durante siglos fue una verdura de los pobres, cultivada en las afueras de Nápoles, sobre todo en los barrios de Sanità, Materdei y Vomerese, donde los campesinos plantaban estas hojas en los márgenes de los campos.

El nombre friariello probablemente proviene del verbo napolitano frijere, que significa freír, porque así se cocina tradicionalmente: “friarielli, aglio e peperoncino”, siempre en sartén.

Con el tiempo, esta verdura se convirtió en un símbolo de la identidad napolitana: sencilla, fuerte, con carácter.
Hoy en día, los friarielli son una parte esencial de la gastronomía de invierno y se sirven tanto en tabernas populares como en restaurantes gourmet.


Temporada de los friarielli

Los friarielli son una verdura de temporada invernal.
Su mejor momento va desde noviembre hasta marzo, cuando el clima frío realza su sabor y su textura tierna.
En los mercados napolitanos, se reconocen fácilmente por sus ramilletes verdes, sus hojas rizadas y su perfume característico.
Los napolitanos los compran frescos, aún con el tallo, y los limpian cuidadosamente, eliminando las partes más duras antes de cocinarlos.


Cómo se preparan tradicionalmente

El método clásico es simple y casi ritual:

  1. Se limpian y se lavan bien los friarielli.
  2. En una sartén amplia, se calienta aceite de oliva virgen extra con ajos enteros y un poco de guindilla.
  3. Se añaden los friarielli todavía húmedos, se tapan y se dejan cocer lentamente hasta que se ablanden.
  4. Se salan al final, para mantener su sabor intenso.

El resultado es un plato humilde pero de una potencia aromática inconfundible, que combina amargor, dulzura y un toque picante.


Platos típicos con friarielli

Los friarielli son extremadamente versátiles, pero en Nápoles hay combinaciones que ya forman parte del ADN culinario de la ciudad.

Salsicce e friarielli

Es el matrimonio perfecto: salchichas frescas de cerdo doradas en sartén junto con los friarielli salteados.
El contraste entre la grasa y el amargor crea un equilibrio irresistible.
Se sirve como segundo plato, en bocadillo (panino con salsiccia e friarielli) o incluso como relleno de pizza.

Pizza salsiccia e friarielli

Una de las pizzas más amadas en Nápoles.
Se prepara con una base blanca (sin tomate), mozzarella, salchicha troceada y friarielli salteados.
El resultado es una pizza robusta, intensa y llena de sabor napolitano, perfecta para los meses fríos.

Pasta con friarielli

Menos común pero igualmente deliciosa. Se puede hacer con orecchiette, fusilli o rigatoni, mezclando los friarielli con aceite, ajo, guindilla y un toque de pecorino rallado.

Calzoni o pan relleno de friarielli

En muchas panaderías napolitanas, sobre todo en invierno, se hornean calzoni o panes rústicos rellenos con friarielli, salchicha y provola.
Es una receta callejera que representa perfectamente el alma popular de Nápoles: sabor directo, sin artificios.


El alma del friariello

El friariello no es solo una verdura: es una declaración de identidad.
Habla del invierno napolitano, del olor a aceite caliente en las cocinas pequeñas, de la paciencia de quien convierte lo simple en sabroso.
Es el verde que ilumina los días fríos, el sabor que une el pasado campesino con la alegría actual de comer bien y sin complicaciones.

Porque en Nápoles, incluso una hoja amarga puede volverse poesía en el plato.


Con mucho cariño,
Vuestra chica napolitana

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